Teoría número 2 acerca de los negocios de acá y de allá
Con la instructora de Yoga (Studio City, Los Ángeles, CA) comprendí en mis carnes en qué consiste atender a un campo de entrenamiento militar. Ignoro si solo norteamericano. A diferencia del yoga que yo conocía, esta señora no paraba de hablar y corregirte verbalmente, a gritos e imperativamente, cada postura y cada gesto. Mientras que en Madrid te animaban constantemente a seguir tu ritmo sin importante nada más, mientras que en Madrid sólo había susurros y eran los gestos y la propia ejecución de la postura que realiza la instructora, para la gringa la cuestión es que, hicieras lo que hicieras, tenías que comprometerte a intentarlo con todas tus fuerzas y a asumir plenamente la responsabilidad del fracaso si: no hacías lo que ella decía, no renunciabas a tus inclinaciones a beber agua antes de tiempo, interrumpir la postura demasiado pronto, a regresar mañana, a poner el gramo extra de sacrificio…. en cierta forma – porque gente que te llame nenaza hay en todos lados – la diferencia radica en que le has pagado para que ella obtenga un resultado de ti, asume su responsabilidad negándote la condición de dueño y señor de la relación que has pagado porque se trata de que tú te ganes el derecho a obtener el resultado que no se obtiene si no asumes las obligaciones que conlleva. La sutileza está en que exigirte en público la dedicación y con toda normalidad llamarte – con palabras correctas – vago, inmerecedor de continuar e irresponsable (es decir, estúpido, porque has pagado para eso) es aceptado sin rubor por quien grita, el gritado y los que están alrededor que tienen claro que eres tú el responsable de tu incapacidad. Te mereces tanto la degradación social, como el hecho de que se te diga, con claridad, por qué no lo haces bien con la verdadera finalidad de que lo hagas, no de ser un apestado aunque lo seas por un tiempo. Aquí, en cambio, sentiríamos que el instructor ha cruzado una delicada frontera y está acosando al individuo cuyo rendimiento no alcanza, siendo comprensiva y solidariamente apoyado (seguramente en silencio) por todos los demás hasta el punto de que, en casos graves, simplemente todos se opondrán a que se exija tanto sacrificio planteando serias quejas para que el instructor no haga su trabajo como tiene que hacerlo si se quieren resultados. Igualmente, la educación del instructor evita por todos los medios decirle la verdad de su incompetencia al afectado porque no quiere herir sus sentimientos, aunque eso nos esté retrasando a todos no le sirva para sus objetivos.
Trasládese al entorno laboral: porque la instructora de yoga está dispuesta a cambiar de opinión en cuanto le demuestras que lo has conseguido. Una pregunta inquietante es en qué medida sucede acá. No, antes suele existir una guerra personal.